Si cerráis los ojos e inspiráis profundamente, en Girona ya se percibe el olor a pólvora y a brioche recién horneado. Lo noto cada año cuando se acerca el 23 de junio: es la señal de que la Noche de San Juan, la noche más corta (y más mágica) del año, está a punto de encender las calles de la ciudad.

La Llama que baja del Canigó

Por la tarde, cualquiera puede acercarse a recoger la Llama del Canigó: primero en el aparcamiento del Pabellón de Fontajau (17:00-18:00) y después en la plaza del Vi (18:00-19:00). Desde allí, la llama desfila hasta el campanario de la catedral y su fuego simbólico se reparte por toda la ciudad para encender hogueras y farolillos. Es un ritual que me emociona: ves familias, grupos de jóvenes y entidades culturales transportando el fuego con cuidado, conscientes de que llevan un pedacito de tradición compartida.

Verbena popular en Fontajau

Cuando el sol se esconde, pongo rumbo al Parque de la Guingueta, en el barrio de Fontajau. A partir de las 21:30 la música en directo invita a bailar, se ofrece cava frío y coca para todo el mundo, y a las 22:00 una gran hoguera hace temblar el aire con el calor y los recuerdos de infancia. Es mi forma favorita de vivir la verbena: lo bastante grande para sentirla muy viva, pero lo bastante pequeña para no perder la calidez de barrio.

Petardos —con cabeza— y deseos al fuego

Me fascina esta combinación tan catalana de ruido y significado: encendemos petardos para ahuyentar los malos espíritus mientras escribimos deseos en pequeños papeles que lanzamos al fuego para que las llamas los hagan volar. Si compráis petardos, encendedlos en espacios abiertos y lejos de zonas verdes: el Gironès es precioso y merece la pena cuidar cada pino y cada encina.

La reina de la mesa: la coca de San Juan

La verbena no sería la misma sin la coca de San Juan. Este año, el concurso nacional ha premiado cinco coques: la tradicional de fruta confitada (Forneria Morreig, Barcelona), la de crema y piñones (Fleca Rovira, Vallès), la de chicharrones (Forn el Racó, Granollers), la de chocolate, y la creativa del año. Todo un homenaje al ingenio de los panaderos que, año tras año, dan forma a esta esponjosa maravilla.

Pero no hace falta ir lejos para disfrutarla: muy cerca del Barri Vell encontraréis hornos que elaboran versiones con fruta confitada, crema quemada o chocolate del valle del Ter. Suelo comprar un par —una clásica para mantener la tradición y otra de chocolate “por si acaso”— y las comparto con amigos al final de la noche.

Recomendaciones gourmet para empezar (o terminar) la velada

A continuación, os comparto tres lugares que conozco y disfruto personalmente:

Una cena ligera en la terraza del Restaurant Blanc
Justo delante de la recepción del Hotel Ciutat de Girona, a pie de calle, se encuentra la terraza del Restaurant Blanc. Su cocina mediterránea, basada con producto de proximidad con un toque contemporáneo, es perfecta para la verbena. El servicio de cenas empieza a las 19:30, ideal para tomar fuerzas antes de la hoguera o, si lo preferís, para reencontraros después y cerrar la noche.
Un bocado de proximidad en La Miranda
Si estáis ya en el “Barri Vell”, a pocos minutos a pie tenéis La Miranda: bravas con salsa ahumada, croquetas de trufa y bacalao gratinado con miel de encina. Abren hasta las 23:00, ideal para alargar la velada cuando el fuego ya se ha apagado.

Un consejo de viajera

Si venís a Girona por San Juan, reservad un momento para pasear junto al río Onyar antes de que anochezca: las fachadas de colores se encienden con la luz del verano y, por un instante, todo parece suspendido. Después podréis sumaros a la fiesta o contemplarla desde cierta distancia: hay magia en ambas opciones.

Que el fuego os purifique, que la coca os endulce y que la noche os regale recuerdos que duren todo el año. ¡Nos veremos entre chispas y sonrisas, brindando por los nuevos comienzos que siempre trae el verano!

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Iona Webster
Una escocesa amante de las culturas, voluntariamente perdida por el mundo. Bloguera de viajes para el Hotel Ciutat de Girona.

La Noche de San Juan en Girona: fuego, coca y magia de verano